Resulta fascinante observar cómo la noción de “iluminación” ha evolucionado a lo largo de la historia entre una dimensión externa/social y otra interna/trascendental. Si inicialmente el concepto estaba arraigado en tradiciones místicas y espirituales que enfatizaban una transformación contemplativa de consciencia individual, la Ilustración instaló una comprensión más bien secular y racional como progreso intelectual y colectivo. Ciertos movimientos posteriores intentaron conciliar ambos aspectos, integrando la exploración razonada con la sensibilidad espiritual de épocas previas.
La iluminación en el período de la Ilustración europea
El concepto de “iluminación” adquirió una nueva dimensión moderna durante el período de la Ilustración en Europa en el siglo XVIII. Este movimiento intelectual promovía ideales como el uso de la razón, la ciencia, la libertad de pensamiento y el progreso de la sociedad mediante la educación y difusión del conocimiento.
Los pensadores ilustrados consideraban que estaban viviendo una “era de luces”, en contraste con siglos previos dominados por la superstición, la ignorancia y el dogmatismo religioso. Los pensadores ilustrados solían referirse a los siglos anteriores a su era como una época de “oscurantismo”, haciendo alusión a una supuesta prevalencia de creencias e ideas que mantenían a la población en la ignorancia y obstruían el progreso de la razón y la ciencia.
Estas se enfocaban especialmente en las doctrinas y prácticas de la Iglesia Católica de esos siglos previos, así como la influencia de la escolástica medieval y la temprana filosofía cristiana sobre la sociedad y la educación. Desde su perspectiva, dichas corrientes de pensamiento promovían una visión del mundo excesivamente teocéntrica que impedía el surgimiento de mentalidades más empíricas, racionales y críticas.
Así, aludían a una presunta época oscura anterior donde predominaban nociones religiosas tomadas como verdades absolutas, sobre un estudio racional y cuestionador de los fenómenos naturales y sociales. Esta visión ciertamente era parcial y tendenciosa, pero ejemplifica el contraste que los intelectuales de la Ilustración buscaban demarcar entre su época, vista como una era de luces y progreso, y los siglos previos, caracterizados desde su óptica como una etapa oscura de dogmatismo e irracionalidad que era necesario superar.
De allí que el periodo fuera conocido en francés como el “Siècle des Lumières” (Siglo de las Luces), en alusión a la metáfora entre luz y oscuridad sobre el conocimiento y la ignorancia. La Ilustración representaba para ellos una “iluminación” de la humanidad, que la despertaba de su letargo intelectual guiada por la antorcha de la razón.
Filósofos clave como Voltaire, Rousseau, Montesquieu y Diderot ejemplificaron estos ideales. Consideraban la difusión de pensamiento racional y conocimientos científicos como una forma de hacer que las “luces” de la razón se expandieran gradualmente desde las élites educadas al resto de los ciudadanos, con el propósito de reformar las sociedades.
Si bien los pensadores ilustrados confiaban firmemente en el poder transformador de la razón para iluminar a la sociedad, también advirtieron contra un racionalismo desmedido que descuidara la ética y los nobles sentimientos humanos. Sintetizando ideas de Rousseau, argumentaron que la búsqueda del progreso debe equilibrar razón, ciencia y análisis crítico con ideales virtuosos de compasión, amor al prójimo y empatía. Esta integración de facetas emotivas y espirituales en la visión ilustrada aportaría el balance necesario para alcanzar el ideal de la iluminación evitando extremismos que pierdan contacto con la dimensión humana.
El concepto de iluminación en la Ilustración no solo aludía al progreso intelectual de las sociedades, sino que también adquirió un sentido más espiritual y trascendental, vinculado a lograr una comprensión más elevada de la realidad por medio de la introspección racional de los individuos. Estas nociones influyeron sobre movimientos posteriores como el romanticismo y transcendentalismo.
En síntesis, la Ilustración resultó decisiva para articular una nueva concepción moderna de la “iluminación”, alejada de sus raíces más místicas y anclada en el ideal de avance de la razón, la ciencia, la educación y las libertades individuales. Una visión de progresivo desvanecimiento de la oscuridad intelectual ante las antorchas de la razón que este movimiento encendió.
Al enfatizar las “luces” de la razón como salida de la oscuridad, la Ilustración hizo que la noción de la iluminación adquiriese un renovado sentido de progreso del conocimiento que persiste hasta nuestros días en la cultura occidental moderna.
La experiencia mística, espiritual e interna de la Iluminación, en contraste con la visión racional de la Ilustración
Si bien la Ilustración abogó por una concepción racional de la iluminación como progreso intelectual y social, las raíces del concepto se remontan a tradiciones espirituales antiguas que enfatizaban una transformación de consciencia interna del individuo. Corrientes místicas de religiones como el budismo, hinduismo y misticismo cristiano medieval conceptualizaban la iluminación en un sentido transcendental.
Para estas tradiciones, la verdadera iluminación no provenía principalmente de la razón o el intelecto, sino de un despertar de niveles más profundos de comprensión que trascienden la mente ordinaria. Involucraba conectarse con dimensiones universales de la existencia mediante prácticas espirituales.
Así, la iluminación era vista como un estado de consciencia expandida, de sabiduría y paz interior que emerge cuando se calma la mente y se percibe directamente la unidad esencial entre todos los fenómenos. Conceptos como nirvana o bodhi apuntan a esto.
Algunas ideas sobre una faceta más mística e intuitiva de la iluminación influenciaron corrientes posteriores a la Ilustración, como el romanticismo y especialmente el transcendentalismo americano con pensadores como Emerson y Thoreau. Estos movimientos presentaron una perspectiva más integral e individual del ser humano, rescatando dimensiones espirituales y contemplativas que se habían opacado ante el énfasis excesivo en el racionalismo durante la Ilustración. De este modo, buscaron complementar dicho racionalismo con una sensibilidad más humanista y una valoración de la vida interior subjetiva de las personas.
Al rescate
El énfasis del racionalismo ilustrado en dimensiones intelectuales y sociales de la iluminación instaló en la cultura occidental moderna la noción de que lo iluminado se encontraría principalmente afuera y no dentro del ser humano. Es decir, en el progreso colectivo de la ciencia, la educación y la estructura social, más que en la transformación contemplativa de consciencia o la expansión de sabiduría del individuo. Así se fue opacando la rica herencia de prácticas espirituales previas que apuntaban a una iluminación interna y trascendental.
Junto a la visión ilustrada de la iluminación como avance intelectual y social, han prevalecido también tradiciones que ven la iluminación de un modo más místico: como un proceso contemplativo interno mediante el cual podemos trascender nuestra identidad personal habitual y experimentar estados expansivos de consciencia. En esos estados contemplativos, se disuelve nuestro habitual sentido de identidad como individuos separados. Surge en cambio una percepción de unión con toda la existencia, sin fragmentación interior.
En la actualidad, es común que se intente alcanzar bienestar psicológico y emocional modificando externamente las condiciones de iluminación, como la exposición a ciertos tipos de luminaria para mejorar el estado de ánimo, la salud mental o la inspiración creativa. Sin embargo, al focalizarnos predominantemente en estas soluciones externas, hemos descuidado sabidurías antiguas sobre el poder transformador de la exploración consciente interior.
Los modernos avances en el control externo de las condiciones de iluminación ambiental podrían complementarse con más investigación empírica y rigor científico sobre los efectos de determinadas prácticas introspectivas individuales. Un número creciente de estudios viene demostrando los beneficios neurofisiológicos y psicológicos de ejercicios meditativos, contemplativos y de visualización mental. Profundizar nuestra comprensión sobre dichos fenómenos podría derivar en técnicas efectivas de autogestión emocional, atencional e inspiradora.
Conclusión
Es factible reconectar tanto externa como internamente esa capacidad transformadora que tiene la iluminación sobre el bienestar humano. Quizás no para reemplazar la ingeniería y el desarrollo tecnológico en la iluminación contemporánea, sino para realzarla con recursos del crecimiento personal aún inexplorados que podrían optimizar nuestra conducta. Si más estudios confirmaran los beneficios de prácticas contemplativas sobre estados neurocognitivos, emocionales y conductuales, ya podría ser un buen momento para corregir ese desequilibrio heredado de la Ilustración con estas dimensiones subjetivas.
El control externo de la luz ciertamente mejora nuestros ambientes, productividad y parámetros fisiológicos. Pero sin perder esos logros, una investigación rigurosa sobre los efectos de la introspección, la visualización meditativa y ejercicios espirituales podría derivar en técnicas para potenciar nuestras habilidades cognitivas, intuición, equilibrio emotivo y comportamientos interpersonales.
Concatenando lo externo y lo interno, la iluminación aún parece tener un vasto potencial por revelar sobre la optimización de la conducta humana.
Bibliografía
Kant, I. ¿Qué es la Ilustración? 1784
Robert Mauzi, L’idée de bonheur dans la littérature et la pensée françaises au xviiie siècle, Paris, A. Michel, (réimpr. 1965, 1969, 1979) (1re éd. A. Colin 1960)
Resumen Siglo de Las Luces Siècle des Lumières : résumé, philosophe, époque, définition
Trascendentalismo
Emerson y el Trascendentalismo Americano
Myerson, J. A Historical Guide to Ralph Waldo Emerson. Oxford University Press. 2000
Esta colaboración es un aporte de Jacqueline Junge. Terapeuta en NeuroHipnosis. Actualmente cursando Máster en NeuroPsicología Clínica y Terapias de Tercera Generación. Cofundadora Neuro Iluminación. Cofundadora del Instituto de Psicología del Nuevo Humanismo IPNHU, con más de 30 años de experiencia en prácticas de autoconocimiento y psicología del nuevo humanismo en Chile, y en períodos desde 1980 a 1982 en Inglaterra y 1991 a 1993 en la Federación Rusa..