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Luces y Sombras Cerebrales

El presente artículo desarrolla el impacto que produce la iluminación dentro del cerebro. La exposición a la luz solar u otro tipo de luz permite la producción de melatonina y cortisol, hormonas esenciales para los seres vivos. La ausencia de luz afecta el estado psicológico de las personas generando efectos negativos; sin embargo, la oscuridad permite reparar daños solares y conciliar el sueño.

La luz solar no solo se caracteriza por sintetizar vitamina D, sino que también tiene fuertes efectos directos en el estado de ánimo, la cognición, la alerta, el rendimiento, el sueño, las hormonas y principalmente en los ritmos circadianos, los cuales regulan el sueño. De todos modos, exponernos mucho tiempo a la luz solar puede ser dañino, por lo tanto, es necesario exponernos a la oscuridad, es decir, a la ausencia de luz, donde se va a sintetizar la hormona llamada melatonina. Ésta no solo permite conciliar el sueño, sino que cumple una función antioxidante que repara los daños producidos en la piel ante la exposición solar.

Si bien la función de la luz es ser una fuente de vida y energía para los seres vivos, algo similar ocurre en el cerebro, dependiendo que zonas se están utilizando podemos observar como las conexiones neuronales se comunican a través de la sinopsis y estas se “iluminan” y dan vida a los surcos neuronales, estos van a ser más gruesos si este es muy utilizado o cuando una acción es puesta en práctica de forma repetitiva. Luego tendrán un periodo o tiempo donde no se encuentren iluminadas y se encuentran en descanso, por ejemplo, cuando conciliamos el sueño.

Si bien la función de la luz es ser una fuente de vida y energía para los seres vivos, algo similar ocurre en el cerebro. Dependiendo de qué zonas se están utilizando, podemos observar cómo las conexiones neuronales se comunican a través de la sinapsis y éstas se “iluminan”, dando vida a los surcos neuronales. Éstos serán más gruesos si son muy utilizados o cuando una acción se pone en práctica de forma repetitiva. Luego, tendrán un periodo o tiempo donde no se encuentren iluminadas y se hallan en descanso, por ejemplo, cuando conciliamos el sueño.

Ahora bien, entendemos que la exposición a la luz debe ser de forma regulada, ya que tanta exposición al sol genera daños. Por lo tanto, también es necesario exponerse a la oscuridad. La exposición breve a la luz nocturna puede desencadenar síntomas relacionados con la depresión. Como ya se mencionó, la oscuridad es necesaria para reparar tejidos dañados por la exposición solar, pero, además, se recomienda minimizar el uso de luces a la hora de dormir para que el cuerpo pueda descansar adecuadamente. Es un momento crucial donde el cuerpo se restaura por completo.

Por otro lado, la exposición a la luz durante la noche altera el ritmo circadiano, haciendo que el cerebro entienda que sigue siendo de día y tiene que seguir en funcionamiento y alerta, además de impedir que actúe la melatonina necesaria para conciliar el sueño.

Para concluir, es necesario regular tanto la exposición a la luz solar como a la oscuridad para que el ritmo circadiano se encuentre en equilibrio y mejore la calidad de vida de las personas, tanto en su rendimiento mental como físico.

Bibliografía:

Esta colaboración ha sido enviada por Mia Dradi. Estudiante de Psicología de 5° año en la Universidad del Salvador. Actualmente trabaja como APND (Acompañante Personal No Docente) dentro de una secundaria acompañando a una adolescente autista.

Imagen portada: Van Wedeen Y.L.L. Centro Martinos de Imagenología Biomédica, Proyecto Human Connectome.